sábado, 7 de julio de 2007

REPORTAJE CLOWN DE HOSPITAL EN CHILE

Risoterapia

Profesionalizando el payaseo

Triciclo, Billi billi y la Doctora Ñuca están listos. Tienen su delantales puestos, las narices rojas bien acomodadas y toda la energía necesaria. Temuco, Santiago y Valparaíso son las ciudades en que cada uno de estos clowns realiza su trabajo. A pesar de las distancias, y de no conocerse entre sí, estos tres jóvenes comparten un mismo fin en común: profesionalizar la práctica del clown de hospital.

Por Carolina Castro


Cada martes y jueves, Santiago y Magdalena llegan puntualmente a la una y media de la tarde al hospital Luis Calvo Mackenna. Ahí son más conocidos como Billi-Billi y Madeimoselle Sourie respectivamente. Los niños los están esperando ansiosos, como siempre. Estos jóvenes, integrantes del grupo Clown Célula Roja, vienen dispuestos a entregarles un poco de humor, fantasía, y un "trabajo profesional", como ellos mismos califican a su tarea.

Pero hacer más serio el trabajo de un payaso dentro de un hospital no es tarea fácil. Desde hace un par de años, en nuestro país, han nacido varias iniciativas que se han propuesto realizar de una manera más rigurosa esta conocida tarea, que se hizo popular a través del popular médico Patch Adams.

La importación desde el extranjero. Santiago, un ecuatoriano de 24 años, y director del grupo Clown Célula Roja, relata que su motivación se inició luego de su experiencia en Ecuador, en donde creo una obra de Teatro Clown en el año 2003 la cual llevo a Hospitales publicos y tuvo mucho exito. "Así es como se me ocurrió traer la idea y desarrollarla en Chile", cuenta.

"Este grupo nació con el fin de darle una mirada más seria y rigurosa a una práctica que muchas veces se hace sólo de buena voluntad. Y se necesita más que eso", explican estos jóvenes.

Algo similar vivió Amaya Sologuren, directora del grupo Sanaclown de Valparaíso. "Yo me perfeccioné con Wendy Ramos, que trabaja en una ONG llamada Bolaroja, que ya tiene mucha experiencia en este trabajo", relata. "No fue fácil venir y efectuarlo acá en Chile, en donde esta labor no es vista de forma profesional", explica.

Tampoco fue fácil comenzar para Manolo Burboa. Luego de trabajar durante cuatro años en hospitales públicos de Murcia, España, decidió que esta experiencia "había que replicarla en Chile". Fue así como nació la Agrupación de Payasos de Hospital, que hoy trabaja en Temuco.

El perfeccionamiento. "No es cosa de venir e ir a visitar a niños. Uno tiene que tener una preparación detrás. Eso es lo más importante", dice Santiago Carcelén. "Esto no es venir, ponerse una nariz y entregar regalos", explica en tono crítico.

Para ser un clown de hospital no bastan las ganas. Todos los grupos se han sometido a un perfeccionamiento sobre técnicas básicas que deben manejar a la hora de encontrarse en un centro de salud.

Como explica Marcia Dragicevic, enfermera y experta en capacitación en bioseguridad hospitalaria, es fundamental que las personas que realizan este tipo de trabajo cuenten con una base mínima de conocimientos. "La idea es que los chicos se manejen dentro de un hospital sin provocar riesgos a los niños, a las enfermeras o a los doctores, y también, a ellos mismos", expresa.

Las nociones elementales con las que se debe contar, según esta enfermera que ha trabajado junto al grupo Clown Célula Roja, tienen que ver con conceptos universales de salud, que le permiten a cualquier persona manejarse eficientemente dentro de un recinto hospitalario.

"Básicamente las normas del establecimiento, normas básicas de higiene, de lavado de manos, de manejo de sangre y fluidos corporales. Además deben saber qué tipo de rutina realizar ante un niño en aislamiento respiratorio o que está recién operado", relata Dragicevic.

Así es como estos jóvenes han tenido cursos prácticos en donde se han ido interiorizando sobre estos temas. "Ahora sabemos que debemos decontaminar todo. Si un niño toma un juguete hay que descontaminarlo antes que lo use otro niño, por ejemplo", señala Santiago.

Según Marcia Dragicevic, no es necesario que se tengan conocimientos muy específicos sobre las dolencias. "Así no estigmatizas al niño. No hay que limitarlos a una enfermedad, porque tal vez no vas a dejar que ellos se expresen totalmente", dice.

Otros datos prácticos que han tenido que aprender tienen que ver con el nombre de los instrumentos utilizados por los doctores, en dónde se encuentra el material cortopunzante en las salas y cuidados generales. "Por ejemplo, si un niño ha recibido quimioterapias, sus defensas están muy bajas, por lo que debemos visitarlo con mascarillas. Ahora, si está con influenza, somos nosotros los que debemos cuidarnos utilizándolas", explica Santiago como toda una autoridad en el tema.

En todos los grupos además se deben tener conocimientos sobre las artes circenses del clown. "Ser un actor profesional en esto te permite improvisar de una forma más natural ante distintas situaciones", explica Amaya Sologuren.

Para Santiago Carcelén, de Clown Célula Roja, es fundamental también "tomarse esto como un trabajo". Cumplir horarios, ser riguroso en las visitas y en los registros de ellas, son requisitos básicos para realizar esta actividad. "Todo esto nos permite ir mejorando en cada visita y conocer las necesidades de cada niño", dice Santiago.

La función debe continuar. Aparte de los conocimientos básicos y de plantearse este trabajo de forma rigurosa, la mayoría de los grupos también recibe asesoramiento psicológico, tanto para ver qué tipos de rutina se pueden ir realizando según los estados de ánimo del niño, como para tratar el tema del dolor y la muerte que tal vez deben afrontar en algún momento como grupo. "Hay que tener una vocación social, madurez para afrontar este mundo entre la vida y la muerte. Cada día que vamos cualquier cosa puede pasar", explica Santiago, y dice que por eso es fundamental contar con este tipo de ayuda. "Uno no siempre está listo".

"Los que trabajamos en esto, tenemos que estar conscientes de que tal vez alguna vez un niño ya no va a estar. Y estos son gajes del oficio. Por ahora no nos ha pasado nada fuerte, pero hay que estar listos para eso", señala Amaya Sologuren.

Según Manolo Burboa, "aunque sea triste de alguna forma, el show tiene que continuar".

La recepción. "Cuando recién llegamos al hospital, éramos como verdaderos intrusos. Los doctores nos miraban desde lejos, como con reticencia. Hoy día es distinto: nos esperan con la media sonrisa", cuenta Amaya. Y para todos, la experiencia ha sido similar.

El trabajo del clown no sólo afecta a los niños con los que se trabaja. El ambiente hospitalario también vive un cambio. Los payasos hacen sonreír tanto al personal del lugar, como a las familias de los pequeños. "A una enfermera, que lleva ocho o doce horas de duro trabajo, también la sacamos de su rutina. Esto provoca que ella interactúe con nosotros, y lo más importante, que se aproxime al niño de una forma distinta a como lo hace habitualmente. Puede jugar con él, conversar con él", explica Santiago, del grupo Clown Célula Roja.

Es así como pasa a ser un objetivo el mejorar la relación del niño con el personal que lo atiende. Así lo explica Manolo: "El doctor pasa, ve las tablitas y se va. Nosotros buscamos enseñarles que miren a los ojos a los niños, a que pregunten sus nombres. Los médicos muchas veces no están preparados para el tema humano".

Y los niños han sido los mejores evaluadores. Según Angélica Topp, enfermera jefe del área segunda infancia del hospital Carlos Van Buren, en donde trabaja el grupo Sanaclown, "la recepción ha sido fantástica, muy buena". "Los niños se alegran cualquier cantidad, se divierten un montón. Es primera vez que viene un grupo así, pero ellos son súper profesionales. Vienen regularmente, todas las semanas. Eso es muy importante para los niños. Se ríen ellos, las familias y todos", explica.

Para Marcia Dragicevic, es muy importante que los grupos que realizan esto sean profesionales, "porque se establece un lazo con el niño, que se debe tomar en serio". "A los niños tú les abres la expectativa de vida. Los haces ver las cosas de otra manera, de mostrar emociones. Hay muchas situaciones o enfermedades ante las cuales la gente se corre para el lado, las evita. Tú les das la opción a los niños de que muestren su malestar ante eso, y que vean que no todos miran para otro lado. Los niños saben que tienen ese espacio, que van a poder jugar, usar la creatividad. Esperan ese momento", explica Marcia.


Gentileza de Carolina Castro. Estudiante 5°año de Periodismo. Universidad Católica